Crecer
Azucena
Un jueves del mes de febrero de 1991, en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa, nació una niña. Así lo declaró el médico ginecólogo a la mamá de la bebé, quien tenía el gran anhelo de tener entre sus brazos a una parte de su vida, su primer amor, a quien cuidaría con todo su ser ante cualquier adversidad. Al nacer, la niña fue sometida a los estudios de rutina en pediatría para detectar posibles problemas que podría desarrollar a lo largo de su vida, además de recibir las vacunas correspondientes. Días después del nacimiento, tanto la menor como su madre fueron dadas de alta del hospital y se trasladaron en un carro particular a su pueblo de origen, donde la madre llevaba entre sus brazos a su adoración.
Todo marchaba con normalidad. La mamá de la menor menciona que nunca notó nada fuera de lo normal en la salud de su infante. Con el apoyo de su padre, el abuelo de la menor, de nombre Emeterio, quien inicialmente menospreciaba a la niña e incluso hacía comentarios discriminatorios sobre su tono de piel más oscuro, aludiendo a que la mamá tenía un tono de piel más blanco y su bebé era de piel morena. También hacía comentarios en contra del padre, lo que hacía sentir mal a la madre. En un momento en el que necesitaba sentir el respaldo de su familia, solo recibía comentarios que le ocasionaban tristeza.
El padre nunca se hizo cargo de los gastos que conlleva el tener un infante, así que la responsabilidad recaía sobre la madre de la menor de nombre Doris, quien nombró a su hija Azucena. En sus primeros años de vida, el abuelo materno se hizo cargo de los gastos, a pesar de los comentarios discriminatorios que constantemente dirigía a Doris y a Azucena. Cuando Azucena apenas tenía 3 años de edad, Doris, con valentía, decidió comenzar a trabajar en una empresa que procesaba jitomates, los hacía puré y los envasaba para su venta. La empresa también procesaba chiles en lata y otras verduras. Cuando Doris tomó la decisión de trabajar en la empresa, habló con su padre, Emeterio, porque era la única persona que podía apoyarla con la crianza de Azucena, y cuidarla mientras ella trabajaba. La mamá de Doris había fallecido cuando ella apenas tenía 19 años.
Con el tiempo, Emeterio comenzó a sentir amor por su nieta Azucena y dejó de importarle su color de piel o quién era su padre. Emeterio sentía que debía proteger a su nieta y apoyar a su hija Doris en lo que estuviera en sus posibilidades. Incluso llegó a advertir a sus otros nietos que no toleraría que maltratasen a Azucena.
Un día, cuando Azucena tenía 8 años, se encontraba en el baño. Su madre abrió la puerta y notó algo inusual en sus genitales. Tras consultar con su hermano de confianza, decidieron llevar a Azucena al médico, y, tiempo después, fue diagnosticada con hiperplasia suprarrenal congénita.
Durante su niñez y adolescencia, Azucena creció sintiéndose diferente a las demás niñas. Era habitual que enfrentara discriminación por su apariencia, por el tono de su voz y por su comportamiento.
Sin embargo, hoy en día, Azucena es una persona que ha sabido enfrentar situaciones muy complejas. Cuando escucha comentarios negativos sobre su persona, los enfrenta sin temor. Anteriormente tímida y temerosa, ahora es una persona valiente, que no agacha la mirada y que simplemente ignora los comentarios de las personas que intentan hacerla sentir mal. Ella sabe que la juzgan sin conocerla y que son personas que solo se basan en las apariencias.
“Se feliz porque solo se vive una vez.”
This piece has been translated into English – Growing up.